La emoción que irradia y transmite Leonel Fernández a los seguidores ha sido un factor determinante en los triunfos electorales del Partido de la Liberación Dominicana. Los líderes emocionales son una especie de persona imán, como aduce Daniel Goleman en su obra El líder resonante crea más (2009, p.40) “operan como una suerte de atraedores límbicos que ejercen una poderosa influencia sobre el cerebro emocional de sus seguidores.”
Leonel hace un esfuerzo por establecer una relación humana y emocional con todas las personas que están a su alrededor. La emoción es en ciertas medidas el secreto de la competitividad de la organización política que preside.
Cuando los lideres expresan emociones fuertes –aducen A. P. Brief and H. M. Weiss-, “esto normalmente hace florecer sentimientos parecidos en aquellos a los que lideran. Las emociones del líder son supercontagiosas.” Reforzando este enfoque, B. Shamir and M. B. Arthur, señalan que “cuando los lideres efectúan comentarios positivos en reuniones de grupo, la confianza en uno mismo de los asistentes se refuerza. Muestran niveles de motivación más altos y se fijan metas cada vez más ambiciosas.”
El liderazgo de Leonel irradia altos niveles de confianza porque maneja y controla adecuadamente sus emociones. Su cerebro y su corazón actúan unidos y sincronizados en el trabajo que realiza. Su cerebro es grande y tiene diversos encasillados que les permiten colocar cada problema y preocupación en su lugar, sin que invadan los demás espacios. Por eso, en ningún momento, en sus interacciones con los demás, expresa sentimientos negativos, aunque por dentro esté siendo abatido por las preocupaciones.
Leonel mide el equilibrio emocional en el trato con los adversarios y seguidores. Evita reacciones desequilibradas aún cuando está frente a sus más enconados críticos y adversarios. Busca mantenerse en un terreno intermedio para cultivar sus emociones a la luz de la objetividad y la verdad.
Aunque hay funcionarios del gobierno y dirigentes de su partido a quienes les tiene agrado especial, el presidente Fernández administra estas emociones para que no se perciba la existencia de vacas sagradas en la organización que lidera. Sabe que una expresión de aprecio o desprecio tiene consecuencias. Esto ha fortalecido la credibilidad de su liderazgo. Se convirtió en el líder de todos los miembros del PLD y de más de la mitad de la población del país.
Debashis Chatterjee en su obra El liderazgo consciente –Un peregrinaje hacia el autocontrol- (p.80) aduce que “la proporción adecuada es la vía de la percepción correcta que proviene de la luminosidad y la claridad de la conciencia. El líder se mantiene sumamente alerta y sensible a las sutiles leyes de la naturaleza, incluyendo la naturaleza humana. Sabe cuándo la lealtad se convierte en adulación y cuándo el compromiso genuino degenera en cumplimiento pasivo. Todo esto lo entiende porque su mente se mantiene alerta y puede leer el lenguaje silencioso de la naturaleza, que es el lenguaje de las paradojas.”
La tarea fundamental del liderazgo de Leonel Fernández consiste en despertar los sentimientos positivos de sus subordinados. Debashis Chatterjee (p.46) precisa que “los lideres son la fuerza motora para crear esa cultura e instaurar emociones positivas en el interior de las personas.”
En lo personal, los liderazgos de la dimensión de Leonel Fernández hacen grandes sacrificios, disciplinan su propio comportamiento dejando de hacer cosas que desean y le gustaría, con tal de mandarle a la población los ejemplos adecuados. Como aduce Chatterjee (p.50) “las personas con altos niveles de motivación disfrutan siendo responsables de los resultados y no culpan a los demás por las deficiencias de sus actuaciones.” En ese sentido, Leonel Fernández es protector de su equipo, diferente a Balaguer, quien jamás se equivocaba, aunque el error pudiera venir de él, siempre un subalterno cargaba con el mismo. En definitiva, cuando los líderes reconocen sus errores, sientan un modelo para que otros hagan lo mismo.
Uno de los rasgos emocionales del liderazgo de Leonel se percibe en el entusiasmo que transmite a los seguidores. John H. Zenger y Joseph Folkman en su obra: El líder extraordinario –Transformando buenos directivos en líderes extraordinarios- (2008, p.94) consideran el entusiasmo como algo que describe un sentimiento de excitación, anticipación y euforia sobre las perspectivas del futuro.”
Algo interesante es que Leonel transmite esas emociones de manera atemporal. Genera emociones positivas en todos los momentos y circunstancias de la trayectoria de su liderazgo. Esa es una de las razones por la que su liderazgo es duradero, por la que su popularidad, confianza y credibilidad se han mantenidos a pesar de que lleva tres periodos al frente de los destinos nacionales.
Daniel Goleman (2009, p.40) subraya que “los líderes que poseen este tipo de talento operan como una especie de imanes emocionales. Si piensa en los líderes de una determinada organización que más atraen a la gente probablemente advierta que se trata de personas que parecen emanar sentimientos positivos. Y es que las personas con más talento se sienten atraídas por los líderes emocionalmente inteligentes por el mero gusto de estar en su presencia. Por su parte, los líderes que emiten registros negativos –los líderes irritables, susceptibles, dominantes o fríos- parecen repeler a los demás. La investigación ha demostrado palpablemente que nadie quiere trabajar con un cascarrabias. Por eso, a diferencia de lo que ocurre con los líderes que tienden hacia los estados de ánimo negativos, los líderes optimistas y entusiastas suelen conservar más tiempo a sus empleados.” Y yo agrego, los líderes con estas cualidades y atributos, en el caso dominicano, conservan hasta la eternidad a sus seguidores. Ese fue el gran misterio de la perpetuidad de los liderazgos de Balaguer, Bosch y Peña Gómez, y ese es el mismo resultado que le espera al liderazgo de Leonel Fernández.
Leonel irradia emoción tanto cuando habla, como cuando escucha. Un secreto que tienen los líderes inspiradores, es que son efectivos tanto en el lado del emisor como en el del receptor de las emociones. Cuando habla los demás quieren que no concluya, pero cuando los demás hablan, él le presta una atención tan exquisita que las personas se sienten valoradas y motivadas a exponerles sus puntos de vistas.
Leonel hace que las demás personas se sientan y se consideren importantes. Expresa emociones positivas tanto en sus expresiones faciales como en su lenguaje corporal. Ha hecho de su sonrisa una importante imagen visual. Jamás inspira temor y miedo, luce humilde y sencillo como si estuviera estimulando a las personas a que se le acerquen sin temor. Jamás anda con aparataje militar como utilizaban otros gobernantes. Su seguridad sabe mantenerse distante de él para que las personas se les acerquen e interactúen con privacidad.
Leonel mezcla su inteligencia emocional con el sentido común. El sentido común, como señala Debaschis Chatterjee en su obra El Liderazgo Consciente (2007, p.43) “proviene de la frescura de perspectiva. El sentido común exige la inocencia infantil de mirar la realidad sin el condicionamiento de nuestros sentidos. Aquéllos que tienen sentido común no sólo formulan las preguntas correctas sino también cuestionan la propia premisa de sus preguntas.”
El presidente Fernández se nutre de las informaciones externas, cuando debe decidir sobre un hecho relevante, busca sugerencias y puntos de vistas de los diversos sectores y grupos de intereses de la sociedad, pero no decide en base a estas informaciones, sin antes entrar a un proceso reflexivo donde contrasta el mundo externo con su mundo interno. Por eso, aunque recibe docenas de asesorías y consultas, las decisiones siempre parecen que son genuinas de su persona. Albert Einstein dijo que “son pocos los que ven con sus propios ojos y sienten con sus propios corazones”, y el presidente Leonel Fernández tiene esa virtud.
El líder sabio ha de saber disciplinar sus sentidos para que les ayuden a buscar una interpretación lo más precisa posible de la realidad. Gobernar una nación es lidiar con una lucha permanente de intereses, y hay momentos en que es necesario el aislamiento total para entrar en un mundo solitario donde solo se escucha el yo interior. Leonel Fernández lo hace con frecuencia, y por eso aunque ha sabido guardar silencio durante cierto tiempo, su pensamiento nunca se ha percibido congelado. Goleman (2009, p.59) aduce que “el liderazgo ejemplar requiere de la adecuada combinación entre el corazón y la cabeza, entre el sentimiento y el pensamiento.”
Leonel Fernández utiliza su cerebro a toda capacidad. Es capaz de ver el problema en su contexto. Por eso ha salido bien de las crisis. Chatterjee (2007, p.47) aduce que “la mayoría de las actividades para solucionar problemas en nuestras empresas utiliza el hemisferio izquierdo del cerebro. La corteza cerebral del cerebro se divide en dos hemisferios, unidos por un conjunto de fibras interconectadas llamadas cuerpo calloso. La mitad izquierda del cerebro se aplica básicamente a funciones analíticas, lógicas, verbales y cuantitativas. Su modo de funcionamiento es lineal y secuencial. La mitad derecha del cerebro es intuitiva, no verbal y holística en sus funciones. Su modo de operación es relacional. Por lo tanto, ambas mitades del cerebro presentan dos modos de conciencia: la mitad izquierda analiza y reconoce las partes, la mitad derecha sintetiza y comprende la totalidad del cuadro. En nuestras organizaciones y centros de aprendizaje, en los últimos años el equilibrio se ha modificado desproporcionadamente hacia el hemisferio izquierdo del cerebro, poniendo énfasis en los modos verbal y lógico de pensamiento. El resultado es que se han descuidado las funciones de la mitad derecha del cerebro, que perciben el conjunto del sistema y ven un problema en su contexto.”
Este razonamiento de Chatterjee es muy interesante, y debe ser tomado como punto de partida para diseñar algún tipo de evaluación o test psicológico que permita determinar con precisión si el aspirante a líder o gerente pueda activar su cerebro por completo ante una crisis, amenaza, reto o desafío. En los cuerpos militares lo hacen. Disponen de diversos recursos para asegurarse de que la persona reclutada no se quede congelada cuando esté frente al problema. Aún, a pesar de los exámenes, a muchos se les nubla las mentes en momentos de trances.
El razonamiento de Chatterjee me puso a recordar varias escenas de cine, donde lanzan una granada en una habitación donde hay varias personas. Por lo regular, las personas más agiles reaccionan saltando por las puertas y ventanas, lo que hace que los más enérgicos salgan ilesos. Pero la escena se produce también en habitaciones cerradas, donde no hay puertas y ventanas para saltar, y entonces aparece una persona que al mismo instante de caer la granada va sobre ella, la toma y la lanza por la misma cobertura por donde entró.
En la política sucede igual. En la República Dominicana hemos tenido presidentes que se congelan, y como la decisión debe ser tomada al instante, son los colaboradores quienes actúan y asumen el rol que a este le compete. A su debido tiempo habrá que estudiar el estado emocional del doctor Salvador Jorge Blanco, para poder entender la forma pésima como su gobierno actuó frente a las protestas populares del 2004. Habrá que determinar: ¿Quién? O ¿Quiénes? Eran los que realmente gobernaban en ese momento histórico de trágica recordación. También hemos tenido presidentes que pierden el control de las emociones, el equilibrio, y reaccionan como anormales. A su debido tiempo, habrá también que estudiar el estado emocional de Hipólito Mejía, el impacto emocional que recibió cuando le dieron las noticias sobre el desfalco bancario: ¿Hipólito siguió siendo el mismo? O por el contrario ¿Su personalidad y estado emocional fue otro a partir de ese momento?
Leonel Fernández ha demostrado ser capaz de actuar tomándose su tiempo, actuar con paciencia cuando las circunstancias lo permiten, pero también, ha demostrado ser capaz de actuar y tomar las decisiones correctas sobre la línea del fuego y el combate. No fue un juego, la escena vivida por el líder político en Haití, cuando su vehículo fue atacado a piedras, tiros y palos por manifestantes en las calles de Puerto Príncipe, y la reacción de Leonel fue instantánea: “No disparen, mantengan posición de combate.”
¿Cómo reaccionaría un Rafael L. Trujillo ante un trance como ese? Debido a la naturaleza dictatorial de su personalidad, la respuesta es tan fácil que no se presta a confusión. Pero, ¿Cómo reaccionarían los presidentes del ciclo democrático: Juan Bosch, Joaquín Balaguer, Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco e Hipólito Mejía? Espero que el lector busque las respuestas realizando un ejercicio de reflexión tomando en cuenta el carácter, la naturaleza y personalidad de cada uno de los personajes.
Frente a los retos y desafíos que implica dirigir en estos tiempos de cambios característicos del mundo globalizado, es necesario poner el poder político de una Nación en manos de personas equilibradas. Tienen razón Peter Senge y otros estudiosos del liderazgo, cuando aducen que la crisis de liderazgo en las organizaciones actuales se puede explicar por una crisis de pensamiento.
La empatía que logra Leonel Fernández con la gente se debe en parte a que es una persona con sentido común. Él sabe pensar y reflexionar colocándose en el lugar de los demás. Esto lo hace más entendido, justo y humano. Los verdaderos líderes –como señalan Jack y Suzy y Welch- “conmueven a las personas. Se ponen en su piel llenando sus corazones de inspiración, valor y esperanza. Comparten el dolor de su pérdida y están presentes cuando hay que celebrar la victoria. ”
Autor: Belarminio Ramírez Morillo. Elnuevo Diario.
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