Todos los dominicanos esperamos que el presidente Mejía cumpla su sentencia del pasado vienes en Azua, de que le descontará a los médicos en huelga el salario de los días dejados de trabajar, al decretar ese gremio profesional para esta semana, su largo período de vacaciones de cinco días, sin importarle la masa menos pudiente a la cual van dedicados sus servicios.
Ya es una constante de que la ciudadanía no cree nada de lo que dice el Presidente, pues son tantas las veces que ha dejado de cumplir lo que promete, o que dice, que se le ha perdido el respeto; de ahí esa enorme desconfianza que ha generado en su administración, culpable del descalabro nacional en el cual vivimos y puntal emblemático de porque las encuestas le dan tan baja valoración de sus perspectivas electorales.
Por lo tanto, los médicos, no tienen temor de que se cumplirá la amenaza presidencial del descuento salarial, y proseguirán ahora en su huelga extendida a cinco días, para luego hacerla permanente, cuando transcurra cierto tiempo, y vean que no se le hace caso de que se aprueben nuevos impuestos a las bebidas, ya que sería un mal precedente iniciador de una avalancha de exigencias similares que conduciría a una total quiebra presupuestaria de ingresos, que ahora son dedicados devotamente a la reelección.
Los médicos ya tienen por tradición, de que cada nuevo presidente del gremio, organiza su huelga, y el éxito de su gestión, va de acuerdo con la dureza y extensión del paro en los hospitales públicos. Para esconder sus demandas, de más salario y de otras prebendas, dicen que luchan para que los hospitales se les provean de medicinas, material gastable y todo lo esencial, que siempre les hace falta, y mantienen esos centros de salud como almacenes de cuerpos humanos, que solo tienen como destino esperar la muerte.
El ahora llamado Colegio Médico no es distinto a lo que era la Asociación Médica. Casi todos recordamos cuando un reconocido galeno perredeísta, que con su nombre se honró al hospital de Herrera, le hizo una huelga indefinida en una de las administraciones del doctor Balaguer.
Después de varias semanas de paro, tuvieron que regresar al trabajo, con el rabo entre las piernas, cuando los servicios básicos de los hospitales fueron atendidos precariamente por los médicos militares y asimilados.
Se sabe que una buena parte de los médicos que trabajan en los hospitales no tienen otro medio de ingresos, ya sea por sus limitaciones profesionales, o por falta de relaciones. Ese sueldo representa para ellos casi todo lo que podría lograr en un mercado laboral abierto como el dominicano, ahora atenazado por la seguridad social y el sistema general de salud, que no han podido despegar por las deficiencias crónicas de la salud pública. De ahí que es comprensible que se pretendan salarios por encima de los $30 ó $50 mil pesos mensuales en un medio, que con la moneda devaluada, ya no se puede sobrevivir con decoro con no menos de $30 mil pesos mensuales.
Por lo anterior es que los médicos siempre ven con simpatías que el presidente de su gremio se lance a la aventura huelgaria que le da tanto brillo a su nombre en los medios de opinión, pero que se ganan las maldiciones de los miles de infelices enfermos, que ahora no pueden asistir a los hospitales ya que no tiene ni siquiera para pagar el motoconcho. El presidente de turno del gremio médico adquiere notoriedad contando si es más espectacular en su huelga que su antecesor, del cual ya nadie se acuerda, al menos que luego pase a ser funcionario del gobierno de su partido. Y lo mismo que le hizo a otro gobierno ahora lo sufre cuando otros médicos colocados en la oposición le hacen lo mismo.
De ahí que la ciudadanía espera ver si el presidente Mejía cumple, aun cuando fuera una sola vez, su palabra de descontarle a los médicos los días que dejen de trabajar, ya que en febrero fueron ocho los días no trabajados con las huelgas semanales de dos días cada vez, y por tanto, eso debería hacerse constar a los médicos en sus deudas públicas con el país. Pero existe el temor de enfrentarse a los médicos, cuando obedecen consignas políticas y de bando adversario a la administración vigente, pero como servidores públicos, deberían hacerle cumplir la ley que prescribe las huelgas en la administración pública, pero siempre se las permiten por los trasfondos políticos de las demandas y por esas extrañas ligazones existentes entre los partidos tradicionales, que han dominado el panorama político nacional en los pasados 40 años.
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