Debido a la cerrada disputa por la nominación presidencial, el Partido Revolucionario Dominicano mantuvo durante meses el monopolio de la atención pública. Se trataba de una competencia entre el presidente del partido y el único ex presidente perredeista vivo, pero además los dos principales líderes perredeistas, los únicos que han ostentado la candidatura presidencial de ese partido después de la muerte de Peña Gómez.
Desde finales del pasado año, no sólo ocuparon buena parte de las pulgadas de periódicos y de los espacios de radio y televisión, sino también que la competencia entre Hipólito y Miguel acaparaba la atención de los programas de opinión, así como de las peñas y tertulias en cualquier lugar del país. Bastaba salir de su casa, para que alguien comentara o preguntara sobre quien ganaría, Papa o el MVP.
Celebraron una convención ejemplar, a tiempo y bien organizada, y más allá de las disputadas y los pataleos posteriores, la integración, entendimiento y unificación del perredeismo luego del 6 de marzo ha sido mucho más exitosa de lo que pensaban los más optimistas. De ahí que Hipólito Mejía ya es candidato oficial de su partido. Un partido en boga, y un candidato en su momento, proclamado y bendecido por unas bases unidas con el objetivo de alcanzar el poder.
Pero con meses corriendo sólo en el escenario, pues ningún otro partido del sistema ha escogido candidatura -ni de los mayoritarios, ni de los minoritarios- y montado sobre la plataforma que le brinda la intensidad de la campaña interna y la atención que despertó en el país, aún así la encuesta Gallup le otorga 48.6% de la intención del voto. Es decir que, con todas esas condiciones favorables, todavía le faltan casi 2 puntos porcentuales para alcanzar lo requerido para ser Presidente de la Republica.
Por otro lado el Gobierno atraviesa un momento complicado. La todavía renqueante economía mundial continua afectando el país, mientras los precios del petróleo alcanzas sus niveles máximos desde la crisis del 2008, lo que necesariamente se refleja en la economía domestica, y muy especialmente en un incremento del costo de la vida. La delincuencia, el narcotráfico y el crimen organizado siguen azotando, atemorizando y escandalizando a los ciudadanos, mientras las autoridades se muestran incapaces de dar respuestas, o al menos, esa es la percepción de mucha gente.
Las denuncias y las campañas montadas contra funcionarios peledeistas generan en buena parte de la población, la percepción de que estamos ante el gobierno más corrupto de la historia. Y aun así, en ese escenario tan adverso para el Gobierno, y en consecuencia para el partido oficial, la encuesta de Penn & Schoen coloca al candidato del PRD con un 47% de preferencias electorales. O sea, que ni así alcanzaría la mitad más uno de los votos requeridos para ganar las elecciones.
Y si nos vamos a la historia reciente, en el año 2000, cuando el PLD era un partido chiquito y el PRD un monstro electoral con 14 años en la oposición, con un pueblo sintiéndose en deuda con un Peña Gómez fallecido apenas 2 años antes. Con un candidato carismáticos, que representaba entonces lo novedoso, al romper con los esquemas formales y circunspecto de presidentes como Balaguer y Leonel. Cuando todos los chistes se le celebraran y la “sonrisa del triunfo” lucia espontanea y atractiva. Cuando nadie sabía lo que le esperaba a este país. Cuando la inflación, la chabacanería, el desprestigio y la mentira estaban por descubrirse. Así se quedó en 49.85% los votos.
Entonces, si en esas elecciones no llego al 50 más uno de los votos, ni lo alcanza en las encuestas serias que se hacen en el actual escenario electoral. En un momento en que se supone esta llamada a alcanzar su pico. Entonces ¿Cuándo y cómo es que Hipólito va a llegar al 50 por ciento de los votos? ¿Cuándo el PLD se active? ¿Cuándo arranque Danilo? ¿Cuándo el Presidente se meta de lleno en la campaña? ¿Cuándo le domine su proverbial incontinencia verbal?
En fin, que vista la historia del candidato y los resultados de las encuestas recientes, los perredeistas deberían estar mucho menos eufóricos de lo que se muestran con esta, tan coyuntural, ventaja electoral.
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