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miércoles, 31 de agosto de 2011

La bicefalia del PRD.

Namphi A. Rodríguez
Me atrevo a afirmar sin tapujos que pese a la situación actual, Danilo Medina ganará las elecciones presidenciales del próximo 20 de mayo e Hipólito Mejía las perderá.
Dos son las premisas que me conducen a esa conclusión. Primero, es un hecho irrefutable que el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) está políticamente divido en dos grupos irreconciliables. De un lado, el candidato y sus acólitos, que buscan por todos los medios concentrar la toma de decisiones de la campaña electoral en su estrecho círculo y, por el otro, la presidencia del partido, encabezada por Miguel Vargas Maldonado, quien no dará su brazo a torcer ante quienes entiende no tienen legitimidad política para dirigir por haberse alzado con malas artes con el triunfo de la convención interna.

Esa situación plantea una bicefalia institucional en el PRD, es decir, dos cabezas que halan cada una para lados opuestos, lo cual tendrá repercusiones contraproducentes para esa organización en la actual campaña electoral.
Esto tiene un especial relieve si pensamos que Miguel Vargas, más que presidente del partido, es un aspirante a la Presidencia de la República, lo que le hace tomar en consideración sus escenarios futuros si Hipólito gana o pierde las elecciones.
Si Hipólito ganara las próximas elecciones, se terminaría de consumar el asesinato político de Miguel, debido al carácter impredecible y poco confiable de Mejía, pero, sobre todo, porque en su facción es claramente visible un proyecto a largo plazo que va más allá de los próximos comicios y que ha colocado a Luis Abinader como el nuevo Benjamín en la línea sucesoral.
Esa situación hace que Miguel arrime su hombro para que Hipólito no gane, pues una derrota del Guapo de Gurabo sería una victoria para el presidente del PRD.
Además, Miguel ha dado notaciones más que elocuentes de que puede entenderse mejor con el presidente Leonel Fernández que con el propio Hipólito Mejía, como lo demuestran los pactos de las Corbatas Azules y para poner en movimiento el Consejo Nacional de la Magistratura. Sin duda que esa capacidad de concertación entre los presidentes del PRD y el PLD tendrá alguna incidencia en la actual justa electoral.
Por lo demás, esta es una situación políticamente inédita para Hipólito Mejía, quien cuando concurrió como candidato en el año 2000 no sólo fue montado sobre los rieles que le había dejado la súbita muerte de José Francisco Peña Gómez, sino con un partido unido y sin las tradicionales contradicciones.
Ahora el escenario es otro. Las heridas que ha dejado la contienda interna, lejos de cicatrizar, se profundizan y ni Hipólito ni ningún amable componedor pueden mover a un impertérrito Miguel Vargas que asume que tiene los suficientes galones políticos para jugar el papel que ha elegido y no el que otro le quiera imponer.
El costo de esta bicefalia habrá de ser alto, puesto que en política es conocida la frase de que “partido dividido no gana elecciones ni aquí ni en Escandinavia”.
El segundo factor que vaticina un triunfo de Danilo y una derrota de Hipólito es la alta valoración que tiene la población de las competencias morales, políticas y profesionales del candidato del PLD. Si observamos con detenimiento la reciente encuesta Gallup, veremos que el 53 por ciento de los dominicanos piensa que Danilo es el candidato más capacitado e inteligente y que está en mejores condiciones de hacer un buen gobierno.
Este quiere decir que si el PLD logra cambiar el tono actual de la campaña electoral, o sea, si logra poner sobre la mesa los grandes temas nacionales, las virtudes de su candidato y hacer  del  proceso  un  ejercicio  dialéctico de inteligencia política, Danilo cerrará la brecha de posicionamiento en un corto plazo.
Lo que está evidenciado es que la mayor fortaleza de Hipólito es mantener la campaña como una práctica de cháchara política que no pase de “llegó Papá” y le evite debatir los grandes temas nacionales.
Si la campaña sufre un giro y se debaten las causas de los principales problemas nacionales, Hipólito quedará desmitificado frente a la población joven que no vivió la pesadilla de sus cuatro años de desasosiego e infortunio.
Incluso, todo el tema del manejo de la crisis bancaria del año 2003 será puesto en cuestión y la población se preguntará cómo fue que Mejía transfirió sin ninguna habilitación legal el costo de una crisis económica de más de cien mil millones de pesos a gente que ni siquiera nunca pisó las puertas de un banco comercial.
Más aún, ¿cómo es que Hipólito se proclama amigo de los pobres cuando sumergió a más de un millón doscientos mil dominicanos en la pobreza extrema?
Como vemos, si ponemos en cuestión estos dos factores constaremos que la burbuja política de “Llegó Papá” no es sostenible a largo plazo en la actual campaña electoral.
El autor es abogado y periodista.

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